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 Cinco matrimonios con sus 26 hijos se van como misioneros a evangelizar el mundo

 

Rafael Pérez y Gema Tur, de Alcoy, van a El Salvador; Óscar Lisarde y Eugenia Parrilla, de Benetúser, marchan a la isla de Shikoku (Japón), Vicente Andreu e Inma Gallego, de Torrent, partirán junto a Juan Miguel Cano y Lourdes Román, del barrio valenciano de la Malvarrosa, a Puntarenas (Costa Rica); y Alfonso Brotóns y Teresa Alcázar, de Valencia, irán a la estepa siberiana de Kazajstán.

 

Son los nuevos misioneros del milenio, matrimonios con hijos que dejan su trabajo, amigos y familiares para irse con sus vástagos por tiempo indefinido a evangelizar recónditos lugares del mundo.

No conocen el japonés ni el ruso, ni tienen allí trabajo, sólo con la confianza radical en Dios y con alguna ayuda inicial que puedan recibir desde Valencia.

Un matrimonio de Alcoy y sus seis hijos saldrán mañana, lunes, a las 8.55 horas del aeropuerto de Manises hacia El Salvador, donde vivirán desde ahora como misioneros. Será la primera familia en trasladarse a su nuevo destino de las cinco valencianas enviadas a la misión por el Papa en octubre pasado. Las otras saldrán los próximos meses a países de Iberoamérica y Asia. Entre los cinco matrimonios tienen 26 hijos y un mismo objetivo: ser un testimonio de la familia cristiana, viviendo en la unidad, el perdón, la sencillez y la alabanza a Dios.

Rafael Pérez, de 33 años, Gema Tur, de 32, y sus seis hijos, de entre doce y seis, feligreses de la parroquia alcoyana de San Vicente y San Antonio, dejarán atrás su ciudad, su familia, su trabajo, y se trasladarán mañana a Usulután, uno de los departamentos más afectados por el terremoto del pasado 13 de enero en El Salvador. "Sabemos que la precariedad será enorme, pero vamos porque Dios nos ha llamado; hacer su voluntad es con mucho lo mejor", afirma Gema.

Apoyados en esta fe, el matrimonio de Alcoy pidió al párroco de San Juan María de Vianney, la que será desde ahora su nueva parroquia, adelantar su viaje a Usulután, para ayudar a los damnificados por el terremoto.

Pero finalmente, si no ocurre ningún imprevisto de última hora, saldrán mañana, el día marcado desde un principio. Doce horas de vuelo: Manises-Madrid-Miami-San Salvador. Y desde la capital salvadoreña, en carretera hasta Usulután, donde ya tienen casa. Unos ingenieros han estado evaluando durante los últimos días el estado de la vivienda por si el terremoto hubiera dañado su estructura. Allí vivirán de alquiler a partir de ahora con sus seis hijos, que tienen edades entre doce y seis años.

La siguiente familia que saldrá hacia su país de misión serán Óscar Lisarde y Eugenia Parrilla, de 31 y 33 años, y sus dos niñas, de tres años y de seis meses. Pertenecientes a la parroquia Nuestra Señora del Socorro, de Benetúser, marcharán en marzo a la isla japonesa de Shikoku.

Otras dos familias se trasladarán en abril a Costa Rica. Se trata de Vicente Andreu e Inma Gallego, de 36 y 34 años, y sus siete hijos, que tienen entre doce y dos. Son feligreses de la parroquia Sagrada Familia, de Torrent, y en abril se desplazarán a la diócesis de Puntarenas.

Con el mismo destino viajarán junto a ellos Juan Miguel Cano y Lourdes Román, de 34 y 36 años, y sus tres hijos, de entre ocho y cuatro, que apuran sus últimos días de catequesis en la parroquia Preciosísima Sangre, del barrio valenciano de la Malvarrosa.

La familia Brotóns Alcázar, que pertenece a la parroquia San Isidoro, de Valencia, será la última en partir hacia su nuevo destino: Kazajstán. Alfonso y Teresa, de 38 y 41 años, y sus ocho hijos, de entre trece y dos, se desplazarán en agosto a la ciudad de Kustanái.

El pontificado de Juan Pablo II ha sido el que ha dado un gran impulso al envío de familias voluntarias como misioneras.

 

Fruto del Jubileo

Las cinco familias valencianas fueron elegidas como misioneras por el Papa Juan Pablo II en el transcurso del Jubileo de las Familias en Roma el pasado 14 de octubre.

Un día antes, habían sido elegidas por sorteo para tal fin, junto a un centenar de familias de Italia, España, Polonia, Irlanda, Ecuador y Malta, tras hacer público su ofrecimiento voluntario en una convivencia celebrada en Porto San Giorgio (Italia), en el centro internacional "Siervo de Yahvé" del Camino Neocatecumenal.

Estas familias acudirán a las diócesis en las que el obispo ha pedido su presencia. Allí contarán con la colaboración de un sacerdote y recibirán la ayuda económica de las comunidades neocatecumenales de sus parroquias de origen hasta que encuentren un trabajo que les permita mantenerse. Las primeras familias fueron enviadas a principios de los ochenta, cuando el iniciador del Camino Neocatecumenal, Kiko Argüello, planteó esta posibilidad a Su Santidad el Papa.

 

De fontaneros y empresarios a misioneros

Las profesiones de estos nuevos misioneros, en las que hasta ahora trabajaban y que tendrán que abandonar, son muy diversas. Rafael Pérez ya ha dejado su empresa de parqué. Por su parte, Juan Miguel Cano acababa de ser nombrado director comercial de una empresa de bandejas. Su mujer, Lourdes Román, trabaja como informática. Óscar Lisarde es fontanero, Vicente Andreu, conductor de camiones y Alfonso Brotóns, publicista.

También encontrarán un entorno nuevo. En Usulután, por ejemplo, el terremoto del mes pasado ha matado a una veintena de personas y ha destrozado numerosos edificios.

Nada tiene que ver, por ejemplo, el suave clima mediterráneo con el frío intenso de Kustanái, donde el termómetro baja en invierno hasta los cuarenta grados bajo cero.

Tampoco se pueden comparar los barrios más o menos acomodados de Valencia, Torrent o Alcoy con los suburbios de Puntarenas en Costa Rica, donde la mayoría de familias son monoparentales y en una misma casa viven hermanos de varios padres.

Extraño les resultará el japonés de Shikoku o el ruso, utilizado en la república siberiana de Kazajstán, que al principio dificultará la comunicación con sus conciudadanos.

 

 

"Yo fui 8 años toxicómano y tras encontrar a Dios

tengo una familia maravillosa"

 

Una pregunta surge obligadamente: ¿Qué les mueve a abandonarlo todo? Han experimentado que Dios, a través de su Iglesia, les ha ayudado y han comenzado a ser felices y a tener sentido de la vida y del sufrimiento.

"Tuve una drogodependencia muy fuerte. Fui heroinómano durante ocho años. Vivía tirado en la calle, medio muerto, la gente se tenía que apartar al verme", afirma Vicente Andreu con una entereza escalofriante. Estaba al borde mismo del abismo cuando "alguien me anunció que Dios me amaba tal cual era". Aquel anuncio "me regeneró, me recuperó para la sociedad, me hizo un hombre nuevo".

"Dios me ha dado siete hijos y una mujer maravillosa sin merecerlo", asegura. Ante estos hechos, Vicente se pregunta "¿cómo no evangelizar y dar motivo de mi esperanza?". "Dios me ha alzado de la basura, ¿qué otra cosa mejor puedo hacer?", concluye.

Mientras, su mujer, Inma, señala que "abandonar las seguridades no es fácil" y que si lo hacen es porque han sentido que Dios les ha llamado. "No huimos, es más, vamos a un lugar donde tendremos muchas menos comodidades", comenta. Inma reconoce que la misión que van emprender les "asusta" en buena parte, pero piensan que "el Señor se irá con nosotros en la maleta, si no, no nos iríamos".

 

No estamos locos

Rafael, cuya familia saldrá mañana hacia El Salvador, le secunda riéndo: "La prueba de que no estamos locos ni sugestionados es que tenemos mucho miedo; somos lo suficientemente conscientes de lo que vamos a hacer como para tener...". "¡...Pánico!", le interrumpen los otros.

Juan Miguel, por su parte, se lo toma con mucho humor y no cesa de gastar bromas y recordar el miedo que tenían todos el día en el que salieron elegidos por sorteo en Porto San Giorgio para ir a la misión.

Pero es claro al afirmar que "con esto no se puede jugar. Hay una llamada de Dios que te va confirmando poco a poco y al final piensas que lo que te ata a quedarte en Valencia son todo cosas que te ha dado precisamente el Señor. Si El mismo es quien te está llamando, con confianza porque siempre te ha ayudado y un poco de lógico temor le dices que sí".

 

 

Director comercial

Mucho es lo que dejan atrás estas familias. Así Juan Miguel Cano acababa de ser nombrado director comercial de su empresa, cargo que ha dejado ante la sorpresa de muchos para convertirse en misionero en Costa Rica.

 

"No llegaremos a ver los frutos"

 

Óscar Lisarde y Eugenia Parrilla sintieron la vocación misionera el pasado verano en un retiro espiritual. ‘Allí nos dimos cuenta de lo que es la vocación del monje: sólo Dios basta. Tras esta llamada, el único sentido que le vemos a nuestra vida es ponernos al servicio de la Iglesia en el lugar donde se nos diga que podemos ser útiles’, explica Óscar.

Sus familias han respetado su decisión de marchar como misioneros al Japón. Pero no han podido evitar la sorpresa inicial y el que se les haga difícil aceptar que en mucho tiempo, no se sabe cuánto, quizás años, no volverán a ver a sus hijos y nietas.

Eugenia comenta: ‘Silvia, de 3 años, es quizás la que más va a sufrir. Pero el Señor le va a recompensar. Además, aunque viviera aquí en Valencia también sufriría por otras razones. El sufrimiento no es malo’.

La situación de esta familia en Japón va a ser un poco especial. Óscar y Eugenia llevarán visado de misioneros y no tendrán ninguna posibilidad de trabajar. Si a esto añadimos que no hablan japonés y por tanto, no podrán dar catequesis. ¿Cuál será su misión? ‘Nuestra parroquia de Benetúser nos ayudará a mantenernos y también la parroquia que ha solicitado una familia misionera, por eso, la falta de trabajo no nos asusta al principio. Lo primero que haremos será aprender el idioma. No vamos a poder dar catequesis, pero es que tampoco vamos allí para dar catequesis, sino sólo a vivir como una familia cristiana. Nuestra misión va a ser la de hacer presente el sacramento de la familia en una sociedad avanzada como la japonesa, en la que la familia está en crisis. Somos conscientes de que no veremos los frutos de esta misión y esto nos producirá sufrimientos y momentos de crisis. Quizás tengan que pasar varias generaciones’. Dentro de poco más de un mes, esta familia partirá hacia Japón con ‘lo puesto, lo imprescindible –señala Eugenia-. Todas nuestras cosas y recuerdos se quedan aquí. Humanamente no me apetece irme al Japón. El cuerpo no me lo pide. Me gusta mi casa y mi vida. Pero si Dios nos ha elegido, estamos en sus manos. Él lo hará todo’.

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Diario Paraula

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